jueves, 10 de octubre de 2013

Un mundo dentro de otro, nuevo comienzo y traspiés.

Cuando acabó de asearse, y de vestirse correctamente guardó la ropas sucia en un fardo, aguardando a que no hubiese nadie en el pasillo. No tenía ganas de discutir los chismorreos de la regente.
Por suerte logró evitarla hasta llegar a su cuarto, recogió su bolsa y guardó dentro la ropa sucia. Tomó unas monedas de un saquito oculto en la bolsa y fue en busca de la posadera, a la que entregó el dinero sin intercambiar palabra.
-¡Oh! ¿Ya te vas?- apenas podía contener la cara de satisfacción al sentir las monedas en su mano, el chico había pagado una noche más.- Espero que volváis pronto-
No soportaba a gente tan interesada.

En el camino de vuelta el mercado le pareció abarrotado, propio de las ciudades, pesó para sí mientras se veía obligado a pasar entre la gente y a sumergirse entre las voces de los comerciantes y compradores que se afanaban en regatear.
Se notaba que las horas de más calor habían pasado, aunque el sol aún apretaba. La multitud parecía renovada al pasar por entre los toldos del mercado situado en mitad de la calle central, lo que dificultaba enormemente el paso de los transeúntes. Y favorecía considerablemente la labor de los ladrones y pequeños rateros.


Una vez logró abrirse paso hasta la imponente entrada al palacio, se notó libre de la presión del gentío. Tomó aire, su futuro no parecía halagüeño, pero su objetivo estaba cada vez más cerca. Se reconfortó con esos últimos pensamientos.
El inmenso arco de la entrada, flanqueado por dos guardias que custodiaban un portalón entornado, le pidieron que se identificara al verle llegar.
-Tu, el pequeñajo. ¿A dónde pretendes pasar?- le increpó el de su izquierda, mientras el otro se colocaba en guardia, dispuesto a darle un buen bastonazo con la parte de atrás de su lanza.
-Vengo a ocupar mi puesto en palacio- respondió sin muchas ganas de iniciar una conversación y temiendo que aquellos dos empezaran algún ataque.
-Creía que el cupo de las cocinas ya estaba cubierto- bufo uno señalándole, el otro riendo le abrió el paso.
Que el pañuelo le tapase la cara le libró de algún que otro comentario jocoso por parte de los chistosos, su cara de hastío por la mediocridad de los custodios no tenía precio. Atravesó el patio al que daba el portalón, adentrándose seguidamente en los intrincados corredores del castillo.
*  *  *
-Ya era hora de que aparecieses- Le increpó desde la puerta la figura de Jamil -Necesito hablar contigo- Amin se acercó, aquel hombre tenía el rostro bañado por la luz de una ventana lateral que iluminaba el pasillo. Jamil no se quedó quieto, se aproximó al chico que se le acercaba, que pudo ver su aspecto preocupado. Logró que frenase en seco y se pusiese en guardia, a saber qué ocurriría.
-No te preocupes por Ahmed, Sara está con él. Lo nuestro es más urgente- Miró al chico a la cara, aunque lo único que pudo ver fueron sus ojos. Para su alivio advirtió una atisbo de inseguridad y preocupación e ellos. Colocando su mano sobre el hombro del joven, que se estremeció al contacto, le instó a seguirle.-Necesito saber qué le has hecho- soltó sin tapujos. El chico se limitó a mirarle inquisitivamente -¿Qué le has hecho?, es como si se hubiese recuperado de golpe-
“Tal vez, no debía de haberle liberado tan rápido de su energía. Quizás una mejoría tan rápida sería razón de sospecha.”Entre estas cabilas Amin se recriminaba su falta de cuidado, aguardando la reacción de Jamil. Para su sorpresa, éste no parecía disgustado por el cambio.
-¿Me lo vas a contar?- insistía mientras aferraba con más fuerza su hombro.
-No he hecho nada en especial- juzgó conveniente decir para no pillarse los dedos, mientras trataba de buscar alguna excusa más convincente.
-Eso no me lo creo, algo ha debido ocurrir- esperó una respuesta que no llegó- Sólo te diré una cosa, ya que parece que no estás dispuesto a decirme nada de momento. Si le ocurre algo a ese muchacho no te lo perdonaré, por muy crío que seas.- Agitó el hombro del imberbe a modo de reafirmación. Al tiempo que le custodiaba hasta el cuarto que sería su residencia. Le dejó pasar y se quedó observando como el joven soltaba la bolsa de cuero sobre la mesa.
La mirada de Jamil le ponía nervioso, decidió dejar la toma de contacto con el receptáculo y ver si podía hacer otra cosa.
-No te cortes y saca lo que lleves en la bolsa, estoy aquí para ayudar- parecía que había leído sus pensamientos.
A regañadientes decidió obedecer, ese hombre no parecía tener mayor interés que el analizar al joven. Sin prisa, sacó un libro de la bolsa, seguido de otro, y otro más. Intrigando a Jamil, no es normal que un chico de la calle y más un mercenario llevase ese tipo de artículos encima. Amin colocó los volúmenes sobre la mesa, seguidamente extrajo algo de ropa, al hacerlo la daga volvió a quedar enganchada el ella cayendo al suelo por segunda vez en el mismo día. Jamil se apresuró a recogerla, esquivando los torpes movimientos de Amil por evitar que la tomara antes.
-No esperaba una reacción tan torpe.-se jactaba, era obvio que el chico no quería que viesen ese objeto. De ahí esa osquedad e imprecisión de movimientos -Claro que tampoco esperaba que alguien como tu, tuviese esta obra de arte en su poder.- Decía mientras se maravillaba de la vaina y la desencajaba con suavidad para descubrir la pulida hoja.
El rubor de la cara del chico era evidente, a pesar de su cara cubierta, y sus ojos reflejaban claramente que no estaba tranquilo a pesar de que tratase de disimularlo. Jamil soltó el arma en el interior de la bolsa, Amin pareció relajarse, ahora sí que necesitaba averiguar quién era y qué relación tenía con Ahmed. Sin previo aviso lo agarró por la cintura y lo dejó colgando de su brazo, el chico se revolvió ante ese acto tratando de volver al suelo. La idea de patearle la espalda o golpear su vientre con el codo se le pasó por la cabeza, aunque le frenó la idea de hacerle daño, y si aquello podía suponer perder la plaza en el castillo por la que tanto había pasado.
Dejando el cuerpo lacio y reprimiendo sus instintos defensivos - Suélteme- pidió.
-¿Por qué habría de hacerlo?- parecía que le divertía tener al renacuajo así. Sobretodo tras ver de lo que era capaz. Le sorprendió una reacción tan sensata y que no luchase por zafársele.
-Tal vez por la falta de decoro de esta situación- apuntó. Pareció que aquello convenció al mayor que lo depositó en el suelo, permitiendo que recuperase la compostura.
-Creo que debería ir a ver a mi señor- Dijo Amin con timidez, tratando de salir de aquella situación incómoda. Sin darle tiempo a contestar al otro, tomó la delantera.
Al abrir la puerta se encontró con la chica que le había servido el almuerzo ese día. Ella pareció asustarse al verlo entrar, aunque Ahmed, a su lado permaneció sereno. Jamil apareció por detrás de él en la puerta, parecía un poco agitado.
Ahmed tomó la delantera- ¿por qué no pasáis en lugar de quedaros en la puerta de esa manera?-
Para romper el hielo, Jamil se apresuró a presentarle a Sara, que se levantó de la cama su gesto era de estar un tanto contrariada por la aparición del chico.
-Creo que ya conoces a Sara- hizo un gesto en pos de la chica -Es sirviente de este castillo desde que era una niña-
-Encantada- contestó la joven sin mucho entusiasmo.
-Un placer- respondió el chico, acompañando sus palabras con una ligera reverencia sin perder de vista a la chica. Antes de que pudiese presentarse, Jamil tomó la palabra.
-Este es el nuevo guardián del señor, su nombre es Amin- no pudo evitar fijarse en la mirada de recelo que le dedicaba Sara -No puedo alardear de conocerle, pero - se dirigió a Sara- puedo asegurar que será fiel a la palabra dada a su señor- Aquella afirmación sorprendió al aludido.”¿Qué era lo que aquel hombre había visto para asegurar eso?”
Sara no varió su actitud hacia él, pero intentó mostrarse más amable delante de Jamil. Le dedicó una mirada cariñosa a Ahmed, excusándose por sus labores, Jamil trató de retenerla para hablar con ella, cosa para la cual tuvo que salir de la alcoba. Dejando solos a los otros dos.
-Te tiene apego- le comentó Amin refiriéndose a Sara.
-Si, ha sido mi única amiga de verdad desde que estoy aquí- la situación se relajaba enormemente cuando estaban juntos. Ahmed aprovechó para informarle de su situación en aquel lugar y de su cautiverio.

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