jueves, 3 de octubre de 2013

Un curioso episodio

Pensó que sería buena idea gastar un poco el tiempo con Ahmed, no quería correr riesgos de una huida si el otro le ayudaba.
Al entrar se encontró al joven ojeando un volumen que hacía tiempo, estaba acumulando polvo sobre el escritorio. Aparte del escritorio el mobiliario era bastante escaso. Una estantería abarrotada, un arcón y los elementos para poder asearse, una bañera y la jofaina que antes había usado Amin junto con una jarra colocados sobre un taburete. Un biombo separaba estos enseres del resto de la alcoba. A diferencia del resto de habitaciones, no había alfombras ni tapices en el cuarto, no obstante las paredes tenían evidencias de haber estado cubiertas por ellos.
-Mira que te gusta leer- le comentó, desde el último incidente no había vuelto a hablar con el. El chico solía pasar el tiempo de su cautiverio leyendo o estudiando. Pero desde que Rashid, el médico y administrador, se había inmiscuido en los cuidados y en evitar su huida, la vida del joven se había vuelto realmente oscura. Ante sus insistentes intentos de huir del palacio, Rashid lo había encadenado al lecho. Cuando dejó de comer y se debilitó, se las ingenió para hacerle tragar el alimento. La primera vez que vio esto último, Ahmed le rogaba con la mirada que le ayudase, pero no tuvo valor para defenderle.
No esperaba que le contestara, pero no quería mal para el joven.
-Me gustaría que no me volviesen a encadenar- No se esperaba oírle.
-Si obedeces a Rashid, y con la llegada de un guardián. Seguramente sea posible-
-¿Crees que Rashid consentirá?- no apartaba la vista del libro.
-Al menos eso espero- comenzaba a dudar- Sara y yo intercederemos por ti- Ahmed cerró el libro de golpe, depositándolo en el lugar que antes ocupaba. -Parece que el novato, Amin, te ha caído bien-
-Es muy joven, no parece un guerrero- observó, esperando su reacción.
-Ha superado todas las pruebas que se le han propuesto, ha ganado el puesto luchando contra el resto de los candidatos. E incluso ha vencido a un general- ésto último hizo que Ahmed abriese los ojos por el asombro. Procuró que no se le notase, no quería delatar a Amin.

Ahmed se cerró en sí mismo para no hablar con Jamil, y sus intentos constantes de recuperar su confianza perdida. Que no pudo hacer otra cosa que observarle caminar arriba y abajo distribuyendo el escritorio y sacudiendo el polvo que tenía encima.
* * *
 
Al llegar a la posada se dio cuenta de lo sucio que estaba, la posadera, una vieja regordeta y zalamera se lo hizo notar.
-Jovencito, ¿acaso te has peleado en la calle?. Ésta juventud no tiene remedio.-
Desde luego era más que evidente, las ropas claras denotaban cada uno de los roces y golpes contra el suelo que durante las contiendas se había ganado.
-Tiene razón señora Yefaima- la posadera bufó a do de risa, se sentía halagada, los jóvenes no solían tenerle respeto -¿Podría prepararme un baño?, no quisiera dar una mala impresión en una ciudad nueva- No le había costado demasiado darse cuenta, que la vieja Yefa no dudaba en atender a los visitantes más melosos. Era obvio que confundía ese pelajoseo, con la educación. No sería el quien le mostrase lo contrario.
Fue a recoger sus enseres, el habitáculo en el que dormía desde hacía una semana le esperaba tal cual lo dejó aquella mañana. Su bolsa de cuero reposaba sobre el lecho, extrajo de su interior un juego de ropa limpia. Un estrépito en el suelo le demostró lo descuidado que era, la daga que llevaba oculta en la bolsa yacía reluciente en el piso. Esperaba al menos no haber llamado la atención del resto de inquilinos.
Se quedó esperando un segundo, no pareció que nadie se acercara, ni sintió movimiento alguno alrededor. Respiró aliviado, recogiendo del suelo el objeto. Se trataba de una daga de empuñadura plateada, decorada con palabras del Corán, a juego con una vaina profusamente labrada. La hoja era de acero damasquiano, su filo era envidiable. Precisamente la calidad del acero era lo que le obligaba a esconderla. En una pensión como aquella, los ladrones no eran precisamente escasos.
Guardó el cuchillo evitando que el brillo del metal lo delatara desde la ventana, bajó con la muda al primer piso, en un cuartillo pequeño se encontraba una especie de alberca cuyo uso la regenta alquilaba. Resultaba más caro que acercarse a los baños de la ciudad, pero al menos la tacañería de la vieja le aseguraba bastante intimidad. No eran muchos los viajeros que estaban dispuestos a pagar dos piezas de cobre cuando el alojamiento por una noche eran 3 piezas, incluida la cena y el desayuno. Viéndole llegar, la mujerona le paró en seco colocándose en su camino.
-Espero que el señor... consienta en aguardar la salida de la dama que se le ha adelantado- aquello no se lo esperaba, normalmente no estaba ocupado por nadie. - Si es de su gusto podría hacer la vista gorda y dejarle pasar- La cara de aquella mujer mutó en una mueca obscena.
-Esperaré- de mala gana optó por la opción que le pareció más amable, a la vieja Yefa no pareció gustarle. Se marchó rezongando, “¿qué se le habría pasado por la cabeza?”pensó un poco enredado, y se sentó junto a la puerta de los baños. Intentó atar cabos, “¿por que tendría interés en hacer la vista gorda en que pasase al baño con una mujer?, aquello era un tanto indecente...” al caer en la cuenta se ruborizó. “Seguramente se trataba de una meretriz o una chica pobre dispuesta a venderse”, la vieja debía haber tratado de enredarlo para sacarle algo más de dinero, se sintió un idiota por no haber caído en la cuenta. Al menos su cortesía le había salvado.
 
El chirrido de la puerta lo sacó de sus pensamientos, una chica no demasiado mayor que el asomó la cabeza. Tímida preguntó:
-¿Por qué no has entrado?- llevaba una bata holgada con un fajín que le entallaba la cintura, los cabellos castaños cobrizos le caían en cascada sobre el pecho. El pelo estaba empapado, haciendo que la ropa se le pegara al cuerpo, mostrando que ya tenía forma de mujer.
-He preferido respetar el baño de una dama- contestó secamente -espero que el agua aún esté tibia...- se calló porque la chica casi se le echa encima, se aproximaba como un gato.
-Aún podemos disfrutar de un baño juntos- dijo sugerente.
-Preferiría hacerlo solo- escabulléndose de ella.
-Así que después de todo sólo eres un crío- le espetó frustrada.
-Es posible- le respondió mientras se escurría por la puerta y cerraba la tranca tras de si.
Desde el otro lado pudo oír a la vieja Yefa y a la joven, discutir. Al parecer los rumores de su cargo en palacio habían llegado hasta allí. Y las chicas de la vida de la ciudad andaban en busca de información sobre el hombre en cuestión. La astuta de Yefa debía haber hecho suposiciones, por los comentarios de la chica averiguó que acababa de escapar de su radio de búsqueda -Un niño cómo él no puede ser el guardián, puede que hayan dicho que era joven. Pero créeme, alguien que no tiene sangre en las venas no puede ser el hombre que buscamos.- El resto de la conversación parecía una riña por que Yefa le compensase el tiempo perdido.
Se olvido de aquellas dos, el agua seguía caliente, y aparentemente limpia. Confiando en la higiene de aquella prostituta decidió meterse en el agua.
Tiró la ropa rucia al suelo, y comprobó las lesiones que pudiese tener su cuerpo, las contusiones de la mañana ya no estaban. Se soltó el pelo que llevaba recogido debajo del pañuelo. Le llegaba bajo los omóplatos, tal vez debería cortárselo... Decidió olvidarse de todo y centrarse en lo que llevaba entre manos en ese momento.

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