Pensó que sería buena idea gastar un
poco el tiempo con Ahmed, no quería correr riesgos de una huida si
el otro le ayudaba.
Al entrar se encontró al joven ojeando
un volumen que hacía tiempo, estaba acumulando polvo sobre el
escritorio. Aparte del escritorio el mobiliario era bastante escaso.
Una estantería abarrotada, un arcón y los elementos para poder
asearse, una bañera y la jofaina que antes había usado Amin junto
con una jarra colocados sobre un taburete. Un biombo separaba estos
enseres del resto de la alcoba. A diferencia del resto de
habitaciones, no había alfombras ni tapices en el cuarto, no
obstante las paredes tenían evidencias de haber estado cubiertas por
ellos.
-Mira que te gusta leer- le comentó,
desde el último incidente no había vuelto a hablar con el. El chico
solía pasar el tiempo de su cautiverio leyendo o estudiando. Pero
desde que Rashid, el médico y administrador, se había inmiscuido en
los cuidados y en evitar su huida, la vida del joven se había vuelto
realmente oscura. Ante sus insistentes intentos de huir del palacio,
Rashid lo había encadenado al lecho. Cuando dejó de comer y se
debilitó, se las ingenió para hacerle tragar el alimento. La
primera vez que vio esto último, Ahmed le rogaba con la mirada que
le ayudase, pero no tuvo valor para defenderle.
No esperaba que le contestara, pero no
quería mal para el joven.
-Me gustaría que no me volviesen a
encadenar- No se esperaba oírle.
-Si obedeces a Rashid, y con la llegada
de un guardián. Seguramente sea posible-
-¿Crees que Rashid consentirá?- no
apartaba la vista del libro.
-Al menos eso espero- comenzaba a
dudar- Sara y yo intercederemos por ti- Ahmed cerró el libro de
golpe, depositándolo en el lugar que antes ocupaba. -Parece que el
novato, Amin, te ha caído bien-
-Es muy joven, no parece un guerrero-
observó, esperando su reacción.
-Ha superado todas las pruebas que se
le han propuesto, ha ganado el puesto luchando contra el resto de los
candidatos. E incluso ha vencido a un general- ésto último hizo que
Ahmed abriese los ojos por el asombro. Procuró que no se le notase,
no quería delatar a Amin.
Ahmed se cerró en sí mismo para no
hablar con Jamil, y sus intentos constantes de recuperar su confianza
perdida. Que no pudo hacer otra cosa que observarle caminar arriba y
abajo distribuyendo el escritorio y sacudiendo el polvo que tenía
encima.
* * *
Al llegar a la posada se dio cuenta de
lo sucio que estaba, la posadera, una vieja regordeta y zalamera se
lo hizo notar.
-Jovencito, ¿acaso te has peleado en
la calle?. Ésta juventud no tiene remedio.-
Desde luego era más que evidente, las
ropas claras denotaban cada uno de los roces y golpes contra el suelo
que durante las contiendas se había ganado.
-Tiene razón señora Yefaima- la
posadera bufó a do de risa, se sentía halagada, los jóvenes no
solían tenerle respeto -¿Podría prepararme un baño?, no quisiera
dar una mala impresión en una ciudad nueva- No le había costado
demasiado darse cuenta, que la vieja Yefa no dudaba en atender a los
visitantes más melosos. Era obvio que confundía ese pelajoseo, con
la educación. No sería el quien le mostrase lo contrario.
Fue a recoger sus enseres, el
habitáculo en el que dormía desde hacía una semana le esperaba tal
cual lo dejó aquella mañana. Su bolsa de cuero reposaba sobre el
lecho, extrajo de su interior un juego de ropa limpia. Un estrépito
en el suelo le demostró lo descuidado que era, la daga que llevaba
oculta en la bolsa yacía reluciente en el piso. Esperaba al menos no
haber llamado la atención del resto de inquilinos.
Se quedó esperando un segundo, no
pareció que nadie se acercara, ni sintió movimiento alguno
alrededor. Respiró aliviado, recogiendo del suelo el objeto. Se
trataba de una daga de empuñadura plateada, decorada con palabras
del Corán, a juego con una vaina profusamente labrada. La hoja era
de acero damasquiano, su filo era envidiable. Precisamente la calidad
del acero era lo que le obligaba a esconderla. En una pensión como
aquella, los ladrones no eran precisamente escasos.
Guardó el cuchillo evitando que el
brillo del metal lo delatara desde la ventana, bajó con la muda al
primer piso, en un cuartillo pequeño se encontraba una especie de
alberca cuyo uso la regenta alquilaba. Resultaba más caro que
acercarse a los baños de la ciudad, pero al menos la tacañería de
la vieja le aseguraba bastante intimidad. No
eran muchos los viajeros que estaban dispuestos a pagar dos piezas
de cobre cuando el alojamiento por una noche eran 3 piezas, incluida
la cena y el desayuno. Viéndole llegar, la mujerona le paró
en seco colocándose en su camino.
-Espero que el señor... consienta en
aguardar la salida de la dama que se le ha adelantado- aquello no se
lo esperaba, normalmente no estaba ocupado por nadie. - Si es de su
gusto podría hacer la vista gorda y dejarle pasar- La cara de
aquella mujer mutó en una mueca obscena.
-Esperaré- de mala gana optó por la
opción que le pareció más amable, a la vieja Yefa no pareció
gustarle. Se marchó rezongando, “¿qué se le habría pasado por
la cabeza?”pensó un poco enredado, y se sentó junto a la puerta
de los baños. Intentó atar cabos, “¿por que tendría interés en
hacer la vista gorda en que pasase al baño con una mujer?, aquello
era un tanto indecente...” al caer en la cuenta se ruborizó.
“Seguramente se trataba de una meretriz o una chica pobre dispuesta
a venderse”, la vieja debía haber tratado de enredarlo para
sacarle algo más de dinero, se sintió un idiota por no haber caído
en la cuenta. Al menos su cortesía le había salvado.
El chirrido de la puerta lo sacó de
sus pensamientos, una chica no demasiado mayor que el asomó la
cabeza. Tímida preguntó:
-¿Por qué no has entrado?- llevaba
una bata holgada con un fajín que le entallaba la cintura, los
cabellos castaños cobrizos le caían en cascada sobre el pecho. El
pelo estaba empapado, haciendo que la ropa se le pegara al cuerpo,
mostrando que ya tenía forma de mujer.
-He preferido respetar el baño de una
dama- contestó secamente -espero que el agua aún esté tibia...- se
calló porque la chica casi se le echa encima, se aproximaba como un
gato.
-Aún podemos disfrutar de un baño
juntos- dijo sugerente.
-Preferiría hacerlo solo-
escabulléndose de ella.
-Así que después de todo sólo eres
un crío- le espetó frustrada.
-Es posible- le respondió mientras se
escurría por la puerta y cerraba la tranca tras de si.
Desde el otro lado pudo oír a la vieja
Yefa y a la joven, discutir. Al parecer los rumores de su cargo en
palacio habían llegado hasta allí. Y las chicas de la vida de la
ciudad andaban en busca de información sobre el hombre en cuestión.
La astuta de Yefa debía haber hecho suposiciones, por los
comentarios de la chica averiguó que acababa de escapar de su radio
de búsqueda -Un niño cómo él no puede ser el guardián, puede que
hayan dicho que era joven. Pero créeme, alguien que no tiene sangre
en las venas no puede ser el hombre que buscamos.- El resto de la
conversación parecía una riña por que Yefa le compensase el tiempo
perdido.
Se olvido de aquellas dos, el agua
seguía caliente, y aparentemente limpia. Confiando en la higiene de
aquella prostituta decidió meterse en el agua.
Tiró la ropa rucia al suelo, y
comprobó las lesiones que pudiese tener su cuerpo, las contusiones
de la mañana ya no estaban. Se soltó el pelo que llevaba recogido
debajo del pañuelo. Le llegaba bajo los omóplatos, tal vez debería
cortárselo... Decidió olvidarse de todo y centrarse en lo que
llevaba entre manos en ese momento.
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